Nepal


Tal día como hoy hace 12 años publiqué esto en montañas libres acerca de nuestra estancia en Nepal. Una visión personal. Felizmente muchas cosas han cambiado desde entonces. El empoderamiento de los locales en el ámbito del turismo de montaña es cada vez mas notorio. Sin embargo, me temo que lo esencial sigue vigente.





NEPAL





Pamplona, 5 de noviembre de 2009.





En los últimos días se ha apoderado de mí una cierta sensación de tristeza, de melancolía por los buenos momentos vividos... Hace pocos días que volvimos Laura y yo de Nepal. Nos fuimos un luminoso día de finales de septiembre, ya había comenzado el otoño "oficial" pero la sensación era de esos últimos días de verano en los que la luz y las suaves temperaturas se resisten a despedirse hasta el año siguiente. Al regresar, todo había cambiado. Nos encontramos una Pamplona fría y desapacible. Al despertarme y ver la escasa luz que entra por la ventana pienso que todavía no ha acabado de amanecer hasta que a los pocos minutos me doy cuenta de que estamos en Noviembre. Es como si toda la alegría y la luminosidad se hubieran quedado atrapadas en Nepal mezcladas con la simpatía y amabilidad de sus gentes, con las sonrisas de sus niños...
Era nuestra primera visita al país y realizamos el trek alrededor del macizo de los Annapurnas, un recorrido magnífico en donde se conjuga el tránsito por valles humanizados poblados de preciosas aldeas con la visión de algunos de los colosos del Himalaya como Manaslu, Annapurna, Daulagiri...
Con toda la prudencia y la precaución de saber que es mi primera experiencia en Nepal me gustaría opinar sobre el papel y la actitud de los extranjeros y su relación con los porteadores o porters locales. Se que trabajar de porter para grupos de trekking o expediciones es una salida para muchos nepalíes y que las condiciones de trabajo en muchos casos están pactadas de antemano con las agencias y son mucho mejores que hace unos cuantos años. Sin embargo, me gustaría llamar la atención sobre la actitud de algunos extranjeros que pude observar. Actitudes en las que el papel del porter se acerca al del esclavo, aunque suene fuerte. He visto a porters subiendo el desayuno a la cama de sus clientes e incluso revolverles el azucarillo en el té. He visto a clientes dando órdenes maleducadas a sus porters, como acércame esto o lo otro, acciones que en sus países de origen les daría vergüenza pedírselas a alguien. También he visto jóvenes europeos fornidos y bien alimentados sin mochila mientras a su "sirviente" se le doblaban las piernas debajo de un peso infernal. El comentario en estos casos suele ser: "son de otra pasta". Lo siento pero no son de otra pasta
, lo que ocurre es que las desigualdades de nuestro mundo los han colocado en una posición en la que a cambio de algo de nuestro dinero son capaces de realizar trabajos que ninguno de nosotros realizaría. Entiendo el caso de las expediciones: hay que llevar un peso a un lugar al que sólo se puede llegar andando y se contratan porters para que lleven la carga. Es la única manera posible y las cargas y retribuciones están pactadas. Lo que me daña la vista es ver gente que no es capaz de prescindir por unos pocos días de todo tipo de objetos de su vida diaria y se los cargan a un nepalí. Seguro que si tuvieran que llevar el secador en su mochila lo dejarían en casa.
Se que es un tema complicado. La cuestión de fondo son las desigualdades existentes a nivel mundial entre los países más "desarrollados" y el resto. También se que se puede analizar desde muchos puntos de vista y que es muy fácil caer en contradicciones. Tampoco tengo ninguna duda de que muchas personas tratan con gran humanidad a los porters y no pretendo analizar en profundidad el componente ético de la relación porter-cliente, simplemente me apetecía plasmar mi indignación por algunas de las actitudes que pude observar. De todas maneras y por fortuna, la felicidad de las personas no se mide según la "renta per capita", y puedo asegurar que en Nepal vi más sonrisas y sobre todo más sinceras de las que había visto en toda mi vida.
Hoy en Pamplona ha amanecido frío y lluvioso, al salir a la calle un fuerte viento del noroeste te corta la cara, parece que en pocos días el melancólico otoño dará paso al invierno y a la nieve, y espero que con él vuelva parte de la alegría que nos dejamos en Nepal, un lugar maravilloso.






















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