Triolet

 11 de julio, con Sergio.

Nos levantamos sin prisa. Hemos descansado bien y los italianos ya se han ido. Lo primero que hacemos es salir afuera para ver cuanto ha mojado la roca el frente de la noche. Se ven paños mojados pero no esta todo empapado. Creo que podremos escalar.

Las Agujas Rojas de Triolet cierran por el este el circo del glaciar del mismo nombre. En sentido antihorario, Aguja de Triolet, Punta Isabella, Agujas de Talèfre y Mont de Greuvettaz completan un circo glaciar espectacular y salvaje.

La vía del día es Les Chamois Volants, situada en el espolón sur de la Segunda Punta Central (3.289 m). Resumiendo, de las dos agujas que se ven desde el valle, es la de detrás.

En algo menos de una hora nos plantamos a pie de vía. El típico nevero que corta el sendero nos ha dado algún problema, por lo demás aproximación cómoda. Sergio con su característico olfato localiza el cordino azul del primer largo. De nuevo un nevero nos obstaculiza el camino. Entramos por la derecha y escalando en diagonal nos incorporamos a la vía en la R1. A partir de aquí dos largos preciosos y finos de V que entre que las manos están frías, la roca en ocasiones mojada y los seguros alejan nos obligan a escalar concentrados. Después la vía transcurre por terreno difuso y fácil, no siempre por lo más lógico. Siempre con tendencia a la derecha. En estos largos sencillos hay muy pocas chapas y al estar oxidadas cuesta mucho verlas. Para entonces hace rato que el sol nos ha empezado a calentar. Lo agradecemos.

A partir del largo 10 mas o menos la vía vuelve a ganar verticalidad y hay unos cuantos largos muy buenos. Adherencia en placa tumbada y canto cuando se verticaliza algo.

Sergio identifica la R15. Los últimos largos antes de la cima vuelven a ser más fáciles. LLegamos a la cima cansados pero felices unas 6 horas después de haber empezado a escalar. El lugar es precioso. Mont Dolent al norte, al oeste Grandes Jorasses. Cielo azul, roca, hielo, nieve...

La bajada es de las que exige croquis, así que no nos relajamos demasiado y empezamos el destrepe por la cresta sur en dirección a una brecha y una posterior aguja con una línea de rapeles en su cara este. Enseguida nos damos cuenta de lo expuesto del terreno. Además la susodicha aguja se ve bastante lejos y por terreno nada fácil. Tomamos la decisión sin mucho debate. Rapelaremos por donde hemos subido. Todas las reus tienen mallón.

Al ser una vía tumbada, el descenso se hace largo y tedioso pero estamos en terreno conocido y eso siempre es una garantía. Los largos exceden por poco los 30 m con lo que toca hacer muchos rápeles y recuperar mucha cuerda (vamos con 2*60 m). Laborioso. Lo idóneo para esta vía serían cuerdas de 40 metros.

Para cuando llegamos al nevero de pie de vía hace rato que nos hemos dado cuenta de que no llegamos a tiempo para coger el último autobús en el valle. Resignados nos encaminamos a pasar una segunda noche en Dalmazzi. 13 horas después de haber abandonado el refugio nuestros gomosos restos de las calzone del día anterior entran en juego.

Paradojas de la vida, la satisfacción por la actividad y la magia del lugar hacen que disfrutemos como nunca de esta cena. Un huevo duro que subió Sergio, mi mazapán de Soto y unas galletas de chocolate abandonadas en el refu completan el menú y hacen que nos sintamos las personas mas afortunadas del mundo. No es para menos. Hemos vivido una jornada preciosa de escalada alpina.

Al día siguiente bajamos tranquilamente al valle y todo fluye, cogemos los buses sin apenas esperar y llegamos al coche felices. Celebración en Cormayeur y rumbo Bérgamo.

L2, placa fina. Manos frías y ambiente (S.)
Recuperando el L3, hace frío y se ven restos de la nieve de esta noche.
¿L12? Buenísimo. El sol ya calienta (S.)
Ya queda poco (S.)
Al día siguiente nos despedimos de Dalmazzi, al final le he cogido cariño a nuestra humilde leonera...
Panorámica de camptocamp.

Comentarios