5 y 6 de julio con Sergio.
"Apartado y algo olvidado a causa de su célebre vecino Matterhorn, es una montaña muy solitaria situada en el último rincón de los valles Mattertal y Valpelline, solamente visitada por unos pocos. A pesar de ello es una montaña de bellas formas , con elegantes líneas y hermosas rutas". Goedeke, R. (1999). Cuatromiles de los Alpes. Ediciones desnivel.
Aeropuerto Orio al Serio, Bérgamo, 8.00 A.M. Gestiono el coche de alquiler con diligencia y me encuentro con Sergio que llega algo antes de lo previsto, ¡perfecto! Ponemos rumbo al Valle de Aosta, nuestro campo de juego para la semana que empieza. Mientras nos ponemos al día en nuestro flamante Lancia, el viaje pasa rápido y pronto nos encontramos recorriendo Valpelline. Continuamos valle arriba hasta que se acaba la carretera en la presa de Place Moulin. El camino hasta el Refugio Aosta recorre primero el embalse sin ganar altura hasta Prarayer, donde se encuentra un coqueto refugio. A partir de ahí toma dirección norte. Primero por bosque de alerces y más tarde por morrena interminable. El refu está situado en un lugar espectacular, llegamos cansados pero felices. Diego nos da un cálido recibimiento y nos agasaja con su mítico genepy. Tras una abundante y sabrosa cena, otro chupito y a dormir. Desayuno a las 2:30 horas.
Nos ponemos en marcha a las 3:15 horas. Primero hay que desandar unos minutos el camino del día anterior y enseguida coger dirección este por senderito en la morrena y más tarde por el glaciar de las Grandes Murailles (alguna grieta pequeña a estas alturas de temporada) hasta la brecha que da acceso a la arista Tiefmatten. La ruta de los pioneros ¡en 1863!, durante años la normal, continua por la cara este y accede mucho mas arriba a la parte final de la montaña. Hoy día, supongo que debido a las condiciones del glaciar, ya no se recorre. Para alcanzar la brecha es el típico terreno descompuesto y guarrillo que suele haber en este tipo de sitios. La cadena existente facilita mucho las cosas.
La arista Tiefmatten es una trepada que no pasa de III/III+ con muy buena roca y posibilidades de protección. Eso sí, es bastante aérea y el terreno es expuesto. Hay que ir atento. En una hora aproximadamente alcanzamos el glaciar intermedio en el que ganamos altura rápidamente hasta alcanzar el zócalo final. La pendiente es mantenida y la altura se nota.
A partir de aquí la arista ya no es definida pero unos curiosos anclajes cada 20-25 metros ayudan a seguir el itinerario. Es una escalada mixta sencilla pero que exige atención. En la parte final el itinerario zigzaguea un poco y tiende a la derecha hasta montarnos en la arista cimera. Espectacular. Terreno sencillo pero expuesto y con ambientazo, una sección me recuerda al paso de Mahoma... Llegada a la cima preciosa. El cielo se ha ido nublando y sopla viento. Yo llevo rato con toda la ropa puesta y pasando frío. Selfie y para abajo. Entre destrepes y algún rapel alcanzamos el glaciar intermedio y posteriormente la arista rocosa inicial. Da mucha pereza recorrerla en descenso y Sergio se saca un as de la manga: maneja la información de una línea de rapeles que nos la evitarían y nos depositarían en el glaciar directamente. Estamos cansados y no los encontramos. Justo he empezado a bajar cuando me llama, ¡¡están aquí!! Retrocedo sobre mis pasos y veo la primera instalación en el sitio mas lógico, una terraza con un pequeño hito. Genial. Son siete rapeles modernos y cómodos de unos 25 metros excepto el segundo, de unos 12. ¡Muy importante no saltarse la instalación! En el glaciar la nieve se ha deteriorado bastante y las grietas se han abierto algo pero bajamos sin problemas.
14 horas después de abandonar el refu estamos de nuevo en Place Moulin. Circunvalar el lago se ha hecho pesado como preveíamos pero ponemos rumbo Aosta con una sonrisa en los rostros. Unas pizzas con sus birras Morettis correspondientes son el mejor colofón a un diazo de alpinismo. De las ascensiones que mejor recuerdo me han dejado, por el refu, la soledad, la vía, la arista final, el compi de cordada... una gozada.
Italia elimina a España de la Euro en los penaltis y la noche en Aosta se convierte en un centro de celebración improvisado. Nuestras mentes en cambio descansan soñando con nuevas aristas y glaciares.
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